¿Se trata la eficiencia energética sólo de salvar el planeta? La investigación demuestra que es una fuerza social poderosa y compleja.

A menudo considerada como un factor puramente medioambiental (E) en ESG, la eficiencia energética está configurando profundamente el ‘S’ Social. Un último análisis revela su doble naturaleza: catalizador de un importante bien social, pero también amplificador potencial de las desigualdades existentes.

Por un lado, el aumento de la eficiencia puede mejorar directamente la vida de las personas. Supone un ahorro económico sustancial para los hogares, mejora la calidad de vida al evitar problemas como la humedad y el frío, y es un motor importante para crear empleos verdes estables y de futuro. Solo en Alemania, el sector de las tecnologías verdes empleará a unos 3,4 millones de personas en 2023, de los cuales el 12 % se dedicará específicamente a la eficiencia energética.

Por otra parte, los beneficios no siempre se distribuyen por igual. El informe destaca retos críticos como:

• Pobreza energética: Los hogares con bajos ingresos soportan una carga desproporcionadamente alta de los costes energéticos.
• El dilema arrendador-inquilino: los arrendadores asumen el coste de las reformas, mientras que los inquilinos se benefician principalmente del ahorro energético, lo que crea una falta de incentivo para realizar mejoras cruciales.
• Riesgo de gentrificación: Las renovaciones enérgicas pueden hacer subir los alquileres, desplazando potencialmente a los residentes originales con bajos ingresos.

Esta complejidad subraya un punto crucial: el éxito de la transición energética requiere un enfoque social. No se trata solo de tecnología y objetivos, sino de aplicar políticas equitativas que garanticen que los beneficios de la eficiencia sean compartidos por todos.

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